Cuenta la leyenda que en otoño de 1952, un joven muchacho de un pueblo al sur del Vesuvio emprendió un viaje épico.
Hijo de campesinos, el muchacho ayudaba a su familia en el campo y se encargaba de repartir lo recolectado entre los restaurantes de la zona y los mercados locales. Cuando llegaba el verano y los turistas, también ayudaba a su tía, propietaria de una pequeña trattoria en el pueblo.

Y es aquí donde comienza nuestra historia, en el verano de 1952, el muchacho trabajaba duro ayudando a su tía a servir las mesas, entre la numerosa clientela que acudía al local, el joven no pudo evitar fijarse en una bella y misteriosa joven.

Durante 3 semanas la joven acudió a cenar al restaurante cada noche, acompañada por sus padres.

La chica cada noche pedía el mismo plato, una pizza capresse.

Este hecho, junto con la indudable belleza de la chica, captó la atención del muchacho que la observaba cada noche con disimulo, veía como disfrutaba de su pizza favorita, parecía que saboreaba cada bocado consciente del momento y de que cuando terminase el verano y regresase a su país ya no volvería a disfrutar de tan característico sabor en mucho tiempo.

Con el paso de los días el chico había quedado prendado de sus gestos, sus muecas, hasta de su peculiar manera de comer la pizza, cortaba porciones con extrañas formas, reservando el centro de la pizza como el trozo más jugoso y sabroso para el bocado final.

El joven poco a poco se fue sintiendo cada vez más atraído por ella, se descubrían mirándose mutuamente y ambos se sonrojaban cuando lo hacían, pero su timidez y juventud hicieron que no cruzasen una sola palabra entre ellos en todo el verano.

Una noche, el joven estaba recogiendo la mesa donde había cenado la chica, cuando encontró una postal que ésta había olvidado.
El joven levantó la vista a ver si la veía alejarse, pero no la encontró y decidió guardar la carta y entregársela al día siguiente.

Pero pasaron los días y la chica no volvió. El joven, llevado por la melancolía y la curiosidad, decidió leer la postal, en ella, la chica escribía a su mejor amiga, contándole sobre sus vacaciones, el paisaje, la gente y que había descubierto la pizza más rica del mundo..... y además había un chico especial que se la servía cada noche.

Se despedía diciéndole que pronto se verían, la postal estaba escrita en castellano e iba dirigida a una dirección de Bilbao.

Pasaron los días y el joven no podía quitarse a la chica de la cabeza y llevado por el ímpetu de los 18 años, decidió ir en su búsqueda y declararle su amor. Pero no iba a presentarse frente a su chica con las manos vacías, así que lleno la parte trasera de su motocarro con suficientes ingredientes para que su amada pudiera cenar su pizza favorita siempre que quisiera.

Y con su motocarro a rebosar de los productos más auténticos de la zona, el muchacho emprendió un largo viaje que le llevaría desde La Campania hasta Bilbao.

Poco se sabe de su leyenda, tan solo algunas historias transmitidas de generación en generación que hablan de las hazañas de un muchacho conocido como Il Contrabbandiere Innamorato, que cruzó media Europa conduciendo un motocarro para declararse a su amada y llevarle su pizza favorita. Cuenta la leyenda que también se conserva un pequeño cuadernillo a modo de recetario, donde de su puño y letra recopiló todas las recetas y secretos que fue descubriendo a lo largo de su viaje, aunque no se conoce su paradero actual.... ¿o quizás sí?